El pasado 20 de enero, me enfrenté al desafío EIR 2024. El sentimiento común era de decepción, como si todo el esfuerzo invertido hubiera sido en vano. Aunque el 2023 fue un año difícil marcado por eventos familiares y preocupaciones económicas que limitaron mi capacidad de estudio, no me quedé de brazos cruzados. No me arrepiento del tiempo que dediqué a descansar y disfrutar de esos momentos. Después de todo, el EIR es solo un examen, y si no se consigue la plaza deseada, siempre hay una próxima oportunidad.
El día del examen en sí fue agotador. Desde el principio, me sentí abrumada, y para la pregunta 110, ya estaba exhausta. Aunque no estudié con la misma intensidad que otros, no pasé un año sin hacer nada. Me esforcé por comprender las teorías de enfermería, la formulación de la PAE, el NANDA, NIC y NOC, pediatría, geriatría, psicosocial, legislación, todos los temas les dedique su tiempo (unos más que otros). En la academia y varias compañeras especialistas, la recomendación recurrente era "responder todas las preguntas". Sin embargo, yo solía dejar en blanco un máximo de diez preguntas, especialmente aquellas para las cuales no tenía ni la menor idea de cómo analizar las 4 opciones disponibles. En la primera vuelta, cuando logre llegar a la pregunta 210, conté las blancas 33. Pues nada a repasar otra vez. Quedaban 22, otra vez. Me quede en 15. No podía más. Usualmente hacia el examen en 3h 30min. No me podía imaginar estar ahí las 4h 30min. Repasar 210 preguntas, no gracias. Cuando “practicaba” y en el examen, hacia una buena lectura de las preguntas, le dedico el tiempo que considero correspondiente a cada una de ellas. Mi filosofía era “O te la sabes (respondes rápido), o la analizas (ponerse a pensar y tratar de deducir), o inventas (pues está porque es la que la que mejor suena) o siguiente, porque ni puñetera idea”.
Entre otras cosas recomiendo que vean “La Sociedad de la Nieve” (2024 NETFLIX) una historia de superación y de como un grupo puede organizarse para sobrevivir antes las adversidades más inimaginables. Porque algo que podemos aprender tanto del EIR como de la película basada en los verdaderos hechos de los supervivientes de los Andes en el 72’, es que la realidad, supera a la ficción.
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